lunes, 13 de abril de 2009

Investigación periodística. Caída del Gobierno de Fernando De la Rúa

Crónica de un final anunciado


Alrededor de treinta muertos en todo el territorio, cinco de ellos en Plaza de Mayo y sus inmediaciones, cientos de heridos en todo el país y una nación en plena crisis son los resultados del gobierno de Fernando De la Rúa.
Sucumbió por sus errores, por su estilo de conducción hermético y ambiguo. Su partido lo abandonó y la oposición tomó por asalto el poder vacante. Todo terminó en saqueos, represión y muerte. Y en un nuevo quiebre institucional.



Fernando De la Rúa asumió el 10 de diciembre de 1999. Llegó al poder de la mano de la Alianza, conformada por la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (FREPASO). Atrás, dejó una década de menemismo. En su primer discurso, el presidente dijo que la situación era grave. La gente estaba esperanzada.
El 6 de Octubre del 2000, a escasos once meses de su asunción como vicepresidente, y desbordado por el escándalo de las coimas en el Senado, El frepasista “Chacho” Alvarez renunció.



El 2 de marzo de 2001 presionado por la falta de reacción de la economía y por los resultados inversos del llamado “impuestazo”, una nueva renuncia sacudió al gobierno, el ministro de Economía José Luís Machinea, dejó el Palacio de Hacienda. Asumió en su lugar, el también radical Ricardo Lopez Murphy. Su gestión duró lo que un relámpago, el 20 de Marzo lo reemplazó Domingo Cavallo.
El 31 de noviembre dio a luz al “corralito”. De La Rúa firmó el decreto. La medida debía extenderse por 90 días.





Diez días después del establecimiento del corralito, comenzaron a sonar las cacerolas. El 12 de diciembre se realizó una protesta y un apagón voluntario contra la política económica. Los comercios del centro oscurecieron sus vidrieras y los barrios de la Capital y del conurbano ganaron las calles con sus cacerolas. Al día siguiente todos los sectores se adhirieron al séptimo paro contra la gestión De la Rúa. El país empezaba a incendiarse.
El martes 18 de Diciembre el presidente estaba listo para grabar un mensaje televisivo en el que culparía de los saqueos al peronismo sin embargo, estos negaron toda vinculación con el hecho.



El miércoles 19, la provincia amaneció sacudida por los saqueos, y no solo la provincia de Buenos Aires sino que, salvo en la Patagonia, no hubo rincón del país sin saqueo. Primero, los blancos elegidos fueron los grandes supermercados, pero en general la vigilancia superior impidió que resultasen ellos los saqueados. Luego grupos de vecinos, muchas veces provenientes de las villas de emergencia, se decidieron por los supermercados medianos, en general más vulnerables, y sobre todo por los más chicos, que normalmente están atendidos por la familia del dueño. La imagen del día reflejada por los medios fue quizás, la de un propietario de origen coreano o chino llorando ante su supermercado, vacío, saqueado y diciendo: “policía, nada”. Otras imágenes impactantes fueron la de un padre con su hijo de la mano diciendo que él no estaba robando y que solo quería comer o una mujer de aproximadamente treinta años gritando desaforadamente frente a las cámaras: “Tenemos hambre, queremos comer”. Lo cierto es que, a estas personas que buscaban comida se les sumaron, también, delincuentes que robaban, electrodomésticos, muebles, bebidas, y hasta árboles de navidad.



José Randazzo, dueño del autoservicio mayorista “Rony”, ubicado en avenida Crovara y Brasil, en el partido de La Matanza, fue victima de los saqueos y todavía recuerda con dolor aquella mañana del 19 diciembre: “"Fue algo terrible ver cómo fue desapareciendo todo. Esto era tierra de nadie", señala José, el dueño del local que estuvo cerrado durante cuatro meses, hasta su reconstrucción.”Muchos aseguran que los saqueos no fueron solamente producto de la desesperación, de la gente más necesitada sino que punteros políticos, encargados de hacer los trabajos sucios de la política, incitaban a las personas a cometer estos actos de vandalismo incluso, llegando a pagar cierta cantidad de dinero por los servicios prestados.



Los dueños de los comercios saqueados y ante el temor de ser arrasados por el aluvión de personas que amenazaba con despojarlos de sus sustentos de vida, decidieron defenderse con lo que tenían a mano, piedras, palos, armas de fuego. Lamentablemente, los saqueos en todo el país dejaron una gran cantidad de muertos como por ejemplo Diego Ávila, de 24 años, apuñalado por el dueño de un supermercado chino o en Merlo, donde un hombre mató a balazos a una persona e hirió a otro al resistirse a que robaran su local. En Rosario, dos jóvenes murieron cuando la policía reprimió en la zona sudoeste de la ciudad. Los heridos, también se contaban de a centenas. En su mayoría eran policías que buscaban reestablecer el orden.



Mientras tanto, el presidente mantuvo una reunión en la sede de Caritas con dirigentes radicales, peronistas, sindicalistas y empresarios. El presidente defendió la política de “Déficit Cero”. Y dijo que los disturbios estaban controlados. Todos pensaron, “ratificó el plan económico”. Y le bajaron el pulgar.



Por la tarde, los senadores habían pedido la renuncia de Cavallo, parecía no haber vuelta atrás, y a De la Rúa no le quedaba otra opción que pedirle la renuncia a su ministro de Economía.



A las 19.30 decidió grabar un mensaje en el que implantaba el Estado de Sitio.
En ese momento, los medios manejaban dos hipótesis, dolarizar o devaluar la moneda.
Al mismo tiempo, se estaban produciendo movimientos espontáneos y las cacerolas volvieron a sonar.
Mariana Sánchez, socióloga de 24 años, recuerda ese momento: “Estaba en casa escuchando el discurso de De la Rúa. Automáticamente, ni bien terminó se empezó a escuchar un ruido cada vez más fuerte. Era ensordecedor. Fue como si todo el barrio estuviera golpeando sus cacerolas. Y entonces, así como estaba, en pijama y alpargatas, agarré el celular, las llaves y salí a la calle. El ruido era terriblemente fuerte. A medida que me iba acercando a la avenida comencé a ver que todo el mundo estaba en las calles y en los balcones. Me puse a llorar, era absolutamente emocionante. Todo el barrio manifestándose de forma espontánea. Yo que he sido militante política sé que cuando uno participa de una marcha convocada por alguna organización, sea política o gremial, la movilización se convoca bajo una consigna predominante, tiene un objetivo claro o definido con anterioridad. Esto no tuvo un objetivo definido. La gente, el 19 salió a protestar contra el gobierno, pero también para expresar su hartazgo por la clase política, su cansancio de un modelo económico que ya no daba para más, pero creo que nadie sabía bien a dónde iba”.



A las 5 de la mañana del día 20, el presidente se despertó y pidió que llamaran a Cavallo para que no se enterara por las radios que habían aceptado su renuncia.
9.20 de la mañana, De La Rúa entró nuevamente en la Casa Rosada, justo cuando la Policía Federal lanzaba una nueva ofensiva de gases y balas de goma contra los manifestantes. Marcos Mamani, estudiante universitario de 28 años, estuvo aquel día en Plaza de Mayo y recordó los trágicos hechos: “Cuando yo llegué había muy pocas personas, no recuerdo bien el horario pero era muy temprano, unas 30 o 40 personas se habían quedado en la plaza y todo parecía muy tranquilo. La gente estaba pegada a la valla de seguridad que restringe el acceso a la calle Balcarce, donde está la puerta principal de la Casa Rosada. De pronto comenzaron a llegar más efectivos de la policía y hubo una orden de correr a la gente, desde las vallas hasta la Pirámide de Mayo (en la mitad de la plaza) porque luego de lo que había ocurrido en la noche había temor de que algunos manifestantes intentaran entrar en la Casa de Gobierno. Por suerte, pude escapar y alejarme lo suficiente para no ser golpeado por la policía, pero luego regresé a la plaza. Cerca del mediodía la plaza otra vez estaba llena de gente. A eso de las 14 horas apareció un grupo numeroso con un ataúd en los hombros y coronas de flores que simbolizaba la caída del gobierno de la Alianza y ahí comenzó lo peor. Los caballos de la policía montada prácticamente pisaban a la gente. Volaron los gases lacrimógenos y las balas de goma. Fueron entre cuatro y cinco horas que no hubo control. La gente quemaba gomas y tiraba piedras. Destrozos por todos lados. Todo era caos, salvé mi vida de milagro alejándome a un par de cuadras de la plaza”.



Cerca de las 4 de la tarde, De La Rúa decidió jugar su última carta en un mensaje a todo el país. Finalmente, lo hizo: a las cuatro y cuarto empezó a hablar, pero se remitió a llamar a la unidad nacional, se refirió a la reforma constitucional, propuso discutir la política económica con todos los sectores. Y, elípticamente, invitó al justicialismo a sumarse al gobierno. Ya era tarde.



Meses más tarde, De la Rúa declaró ante la justicia, que después de su mensaje, le pregunto a Mathov si había muertos y que la respuesta del secretario de Seguridad, después de consultar al Jefe de Policía, fue: “No”. Sin embargo, tras el discurso, ya había muerto Diego Lamagna, Gastón Riva, Carlos Almirón y Gustavo Benedetto. Todos baleados por la policía y por la custodia de Banco HSBC. Mientras, fracasaba la idea del cogobierno. A las seis de la tarde, el presidente habló otra vez con Maestro y el senador le dijo que la situación era irrecuperable. De la rúa respondió: “Si no queda otra salida… bueno, lo voy a hacer”. Maestro anunció a los medios que el presidente iba a renunciar antes de que De La Rúa lo anunciara.



Pasadas las 7 de la tarde, De la Rúa todavía estaba en la Casa Rosada acompañado por todos sus ministros, menos Cavallo que ya había renunciado, y Daniel Sartor, titular de acción social. En ese lugar, anunció que iba a renunciar, se despidió de todo el mundo y luego, escribió la carta, de puño y letra (ver recuadro número 1).
A las 20 horas, se discutía si era necesario sacar al presidente en helicóptero o si había otra alternativa. El vicealmirante Carbone, a cargo de la seguridad presidencial decidió que lo más seguro fuera que sacarlo por aire. Marcos sintetiza uno de los momentos culmines de ese día: “La última imagen que tengo es el helicóptero presidencial dejando la Casa Rosada y la gente aplaudiendo en la Plaza de Mayo.”



Al día siguiente, De la Rúa regresó a la Casa Rosada donde mantuvo una reunión con Felipe Solá y luego salió de la misma aplaudido por sus colaboradores. La tensión había aflojado con la renuncia de De la Rúa y la expectativa pasaba por saber quien iba a ser el sucesor. El senador justicialista Ramón Puerta estaba listo para reemplazarlo. Luego vendría la historia que todos conocemos, la sucesión de los presidentes, Rodríguez Saa, Ramón Puerta y Eduardo Camaño para que finalmente, Eduardo Duhalde tomara el timón de un país que por esos días navegaba a la deriva.





Recuadro número uno



De la Rúa, en busca de descomprimir la grave situación y sugerido también, por opositores y el reclamo popular de cambió, decidió renunciar a la presidencia de la nación, el día 20 de diciembre.


La forma utilizada fue una carta dirigida al Congreso que decía:



Buenos Aires, 20 de diciembre de 2001.
Al Sr. Presidente provisional del H. senado.
Ing. Ramón Puerta.
S/D






Me dirijo a Ud. para presentar mi renuncia como Presidente de la Nación.
Mi mensaje de hoy para asegurar la gobernabilidad y constituir un gobierno de unidad fue rechazado por líderes parlamentarios.
Confío que mi decisión contribuirá a la paz social y a la continuidad institucional de la República.
Pido por eso al H. Congreso que tenga a bien aceptarla.






Lo saludo con mi más alta consideración y estima, y pido a Dios por la aventura de mi Patria.





Fernando De la Rúa