martes, 17 de marzo de 2009

Cultura Popular y Masiva - Bourdieu y la noción del gusto

La problemática es que para Bourdieu las condiciones económicas determinan los gustos. Bourdieu hace una sociología del gusto, y lo relaciona con las condiciones sociales en que este se hace presente, partiendo de la noción de habitus.
“La necesidad impone un gusto de necesidad que implica una forma de adaptación a la necesidad y, con ello, de aceptación de lo necesario, de resignación a lo inevitable…”
“La clase social no se define solo por una posición en las relaciones de producción, sino también por el habitus de clase que normalmente (es decir, con una fuerte probabilidad estadística) se encuentra asociado a esta posición” .
Las condiciones sociales con las que el gusto se relaciona y en las cuales aparece son para el autor, primero con la formación académica y segundo con la titulación de la familia de origen.
Bourdieu tiene una mirada legitimista del campo de la cultura. La cultura se rige por un solo arbitrario o capital cultural, ese arbitrario cultural es el legitimo y pertenece a la cultura letrada. Y la distinción cultural se produce en el grado de apropiación de ese único patrimonio cultural. Esto se debe a que para Bourdieu en cada campo (relaciones históricas entre la posición objetiva del mundo social ligada a determinar formas de poder o capital) hay un único tipo de capital. El capital cultural es el capital del letrado, aquel que no posee el capital letrado, no obtiene el capital simbólico y por lo tanto va a ocupar los últimos lugares del campo.
“Los que creen en la existencia de una “cultura popular”, verdadera alianza de palabras mediante la cual se impone, quiérase o no, la definición dominante de la cultura, no deben esperar encontrar si van a ver lo que hay ahí, otra cosa que los dispersos fragmentos de una cultura erudita mas o menos antigua (como los conocimientos y “médicos”) seleccionados y reinterpretados evidentemente con arreglo a los principios fundamentales del habitus de clase e integrados en la visión unitaria del mundo que este engendra, y no la contracultura que ellos reclaman…”
Para Bourdieu solo los intelectuales tienen la posibilidad estratégica de escapar o modificar al hábitus o determinismo, el autor lo denomina “trayectoria”. Ël desde su posición de intelectual, propone una descripción de los sectores populares. En su estudio, luego de dividir a la sociedad en diferentes sectores: cuadros superiores (sector alto), cuadros medios (sector medio), artesanos y comerciantes, obreros, agricultores (sectores bajos) compara los diferentes sectores de la sociedad. Su herramienta es la encuesta cuanti-cualitativo cuyas preguntas se basan en consumos que son, principalmente característicos de los sectores dominantes y medios de la sociedad. Al aplicar prácticamente su método, halló que no podía aplicar las mismas preguntas para todos los sectores como por ejemplo le sucedió para con los campesinos.
Las conclusiones que extrajo a partir de este método es que los sectores altos y medios poseen gustos que llama de libertad, porque están marcados por la distancia a la urgencia económica. Entiende que en ellos hay elección libre, en cambio, ve al gusto de los sectores bajos (sectores populares) como gusto de necesidad que están regidos por la urgencia económica por lo que la elección ya no es libre sino que seleccionan lo que necesitan, es funcional. Estos gustos de la necesidad crean consumidores resignados mientras los gustos de la libertad dan a lugar a consumidores libre, según Bourdieu. Para el autor, la elección de lo necesario moldea las prácticas de los sectores populares.
Grignon y Passeron, por su parte, si bien pretenden evitar el relativismo y el populismo cultural destacando los conflictos entre las clases que conforman una sociedad, como también hace Bourdieu, su búsqueda tiene la intención de evitar el legitimismo cultural en el que consideran que sí cae Bourdieu al subrepresentar, en su estudio a través de encuestas, a los sectores populares y sobrerepresentar a los sectores dominantes. Grignon y Passeron consideran que Bourdieu comete el error de aplicar una perspectiva de análisis que pone en el centro a la cultura dominante (dominocentrismo), a la vez que también aplica las formas de denominar las cosas con un criterio de carácter dominante (dominomorfismo). Grignon dice en su texto:
¨…creo que hay que darse primero los medios para romper realmente, o sea, empíricamente, con el dominocentrismo, aún a riesgo de encerrarse temporariamente en una descripción dominomórfica de las culturas y las clases dominadas, para luego poder describirlas en lo que las distingue radical y positivamente de las clases y la cultura dominantes (y no solamente en lo que las opone negativamente a éstas).¨
¨En resumen, si bien es cierto que uno se desembaraza con más facilidad del dominocentrismo que del dominomorfismo, hay que pasar, sin duda, por el dominomorfismo para desembarazarse del dominocentrismo.¨
De manera más concreta, la crítica de Grignon a Bourdieu se expresa cuando afirma:
¨Es que no basta con hablar de ¨gusto de necesidad¨ para reconocer en los gustos populares todas las dimensiones del gusto y para romper realmente con el dominocentrismo.¨
El objetivo principal de Grignon y Passeron es dar cuenta de la densidad simbólica de los sectores populares, algo que Bourdieu dada su visión legitimista, no ha tenido en cuenta. Para Grignon y Passeron no hay un solo arbitrario cultural sino que las culturas dominadas tienen sus propios arbitrarios aunque, estos arbitrarios no son autónomos, por eso los autores parten de la ambivalencia de la cultura popular.
¨Definida exclusivamente con referencia al gusto dominante, o sea negativamente, en términos de desventajas, de exclusiones, de privaciones, de ausencia de opción, de no consumos y de no prácticas, et., la cultura popular aparece, necesariamente, en esta perspectiva, como un conjunto indiferenciado de carencias…¨
En búsqueda de su método de análisis, Passeron plantea que:
¨La transposición de conceptos como ¨capital económico¨ y ¨capital cultural o social¨… me parece interesante…¨
Con esto, los autores inician un camino a una transposición analógica. Gignon y Passeron prefieren no hablar de capital, porque deja afuera los sectores dominantes, no hablar de carencias, en cambio prefieren hablar de haberes, o más bien de propiedades, al referirse de la cultura dominada. Para ello, proponen la distinción, no en capas, sino en fracciones[1] y subcultura de fracciones.
Por su parte, ¨propiedad¨ no significa necesariamente ¨haberes¨. Las propiedades son sistemas de relaciones entre desventajas y contra-desventajas.
Hoggart considera que tanto los pertenecientes a la clase obrera como los que no, ambos pueden dar cuenta de la esencia de la vida del obrero. Si bien rescata que haber pertenecido a la clase obrera le ayuda a plasmar los sentimientos de la misma y a no caer en los lugares comunes en que suele caer un extraño. Para esto hay que evitar definir la clase obrera sin caer en cierto populismo y cierto romanticismo en los que caen “inevitablemente” cualquiera que intente hablar de ”Pueblo”. Él afirma al respecto, que “El escritor debe estar conciente de estos peligros.”
Thompson entiende que la clase es un fenómeno histórico y que la relación debe estar siempre encarnada en gente real y en un contexto real. Ya que: “la clase es una relación, y no una cosa… “Ella”, la clase obrera, no existe, ni para tener un interés o una conciencia ideal, ni para yacer como paciente en la mesa de operaciones del ajustador.” A la clase hay que entenderla históricamente.
[1]

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